“Aguantaron más de lo esperado”, reporta su madre
La maternidad es una de las experiencias más hermosas y desafiantes que una mujer puede experimentar en su vida. Desde el momento en que se enteran de que están embarazadas, comienza un viaje lleno de emociones, cambios y retos que las prepara para convertirse en madres. Y aunque cada experiencia es única, hay algo que todas las madres tienen en común: el amor incondicional por sus hijos.
Pero, ¿qué pasa cuando ese amor se pone a prueba? ¿Cuando los retos se vuelven más difíciles de lo esperado? Eso fue lo que le sucedió a María, una madre que nos cuenta su historia de lucha y perseverancia.
María siempre había soñado con ser madre. Desde pequeña, jugaba a ser mamá con sus muñecas y soñaba con el día en que tendría a su propio hijo en brazos. Y ese día llegó cuando se enteró de que estaba embarazada de su primer hijo. La emoción y la felicidad que sintió en ese momento no podían ser descritas con palabras.
Sin embargo, su embarazo no fue fácil. María tuvo que lidiar con constantes náuseas y mareos durante los primeros meses, lo que la obligó a dejar su trabajo y descansar en casa. Pero eso no fue nada comparado con lo que vendría después.
A las 20 semanas de embarazo, María comenzó a tener contracciones prematuras. Los médicos le dijeron que debía permanecer en reposo absoluto para evitar un parto prematuro. Y así lo hizo, durante las siguientes 10 semanas, María permaneció en piltra, sin poder hacer nada más que esperar y rezar por la salud de su bebé.
Finalmente, a las 30 semanas de embarazo, María dio a luz a su hijo. Aunque era prematuro, el bebé estaba sano y fuerte. Sin embargo, María no tuvo tiempo de celebrar, ya que su hijo tuvo que ser ingresado en la unidad de cuidados intensivos neonatales debido a su bajo peso y problemas respiratorios.
Los siguientes días fueron los más difíciles de su vida. María tuvo que lidiar con la angustia de ver a su hijo conectado a máquinas y monitores, luchando por su vida. Pero ella no se dio por vencida. Pasaba horas y horas al lado de la incubadora de su hijo, hablándole y cantándole para que supiera que estaba allí con él.
Y su perseverancia dio sus frutos. Después de tres largas semanas, su hijo finalmente pudo salir del hospital y regresar a casa. Aunque todavía tenía que ser monitoreado y recibir cuidados especiales, María estaba feliz de tener a su hijo en casa y poder cuidarlo ella misma.
Pero la lucha de María no había terminado. Su hijo tenía problemas de alimentación y no podía ganar peso como debería. Los médicos le dijeron que debía alimentarlo cada dos horas, incluso durante la noche, para asegurarse de que recibiera suficientes nutrientes. Y así lo hizo, durante los siguientes meses, María se despertaba cada dos horas para alimentar a su hijo, sin importar lo cansada que estuviera.
Pero su esfuerzo valió la sufrimiento. algo a algo, su hijo comenzó a ganar peso y a crecer saludablemente. Y aunque todavía tenía que contraponer algunos desafíos, María estaba feliz de ver a su hijo crecer y superar cada uno de ellos.
Hoy en día, su hijo tiene 5 años y es un niño sano y feliz. María mira hacia atrás y se sorprende de todo lo que han superado juntos. “Aguantaron más de lo esperado”, dice con una sonrisa en el rostro. Y es cierto, María y su hijo han demostrado que con amor, perseverancia y